Está mi vida cantando
ella sola, sola en casa,
soñando campos abiertos
más allá de las ventanas.
Surgió una noche, de pronto,
y me dejó abierta el alma.
Caminé en nubloso estado
por las calles desoladas
durante días y noches
batallando con la calma.
Se me fijaron sus ojos
y me dejaron sin habla
en una tarde de mayo
amena, florida y clara.
Después pusimos los sueños
por encima de las sábanas
y fueron ya mis fronteras
tus pies, tus manos, tu cara.
Estás, mi vida, cantando
tú sola, sola en la casa
esperando que yo vuelva
para darme tu mirada.
Extensos campos de vides
me unen y me separan.
Dame la mano mi niña
que se me caen las lágrimas
cuando recuerdo mi sierra
y mi dulce virgen santa.
Recógeme entre los brazos
y sonríe a la mañana,
mira la unidad del viento
y cómo mueve las ramas,
cómo susurran las hojas
y cómo discurre el agua.
Recuerda esta hora serena
cuando me pueblen las canas.
Estás ahora cantando,
cantando con tu voz blanca
para destapar la luna
bajo azules llamaradas.
De tu cuerpo me alimento
cada una de las mañanas
y veo soles abiertos,
arterias de ciudad grana.
Está acercándose el día
de la sonrisa más amplia,
donde buscar el retoño
de tu vientre y tu garganta.
Sale el vino de la tierra
en fruto de sed amarga
y te recuerda las liras
desde las notas más largas.
Yo soy tu esposo, niña,
montado en la madrugada.