La ciudad en sus límites absorbe llantos sordos siempre llenos de niebla, de mortal destrucción. Desde los arrabales se perciben los nervios de un sistema podrido, desnaturalizado. Extiéndase la idea al orbe, la galaxia y se comprenderá la absurda finitud de esta fecunda especie sobre esta hastiada esfera recorriendo los días en rotación continua. Amor sobre las cumbres disparan corazones hacia el pálido cielo y suplican perdón. La quietud se ha posado abierta y fabulosa y ya flotan las almas en paz de éter y nada.