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Aleph cero

Reiterar por último esa inevitable discontinuidad que nos aguarda,
no sin antes lanzar un rayo de luz sobre estas mareas que nos embargan
y decir que, a pesar de todo, navegamos con la esperanza
de infinitudes inexistentes y que únicamente ellas evitan la fatal caída
en este real, agonizante y rotundo abismo.
Son ellas, por tanto, las catalizadoras de una eternidad para nosotros intangible
pues se mueven en un éter que escapa a las posibilidades físicas.
Es esta la razón por la cual hay acontecimientos que no pueden ser tales,
no pueden suceder, que son imposibles.
Porque no pueden ser volcados a esta nuestra maldita finitud.
Por eso amo, incluso con violencia, algunos de esos sucesos imposibles
y me regocijo en ellos, en su imposibilidad.
Y al tiempo siento dolor, un completamente explicable y profundo dolor
que me atraviesa los alvéolos y se extiende y navega por estas llanuras
hasta un punto común donde me vaciaré con una ingravidez absoluta.
¿Será entonces que me voy acumulando ahora, ya, hacia ese punto
y me encuentro respecto de él razonablemente cerca?
¿Será pues que, después de un intervalo adecuado de tiempo,
podré convivir con estas imposibilidades?
¿O será simplemente un anhelado atisbo
después de una tendencia infinita hacia ellas?

Dime adiós con tu oblicuo bostezo, recuérdame la curva de tu abismo,
hacia tu punto adherido, estable, paralelo, anclado en plenitud.
Dime adiós desde esta agitada planicie repleta de esperanza.