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Madrugada digital

Las manos surgen sonoras clamando deseos,
y amablemente la luna
estrecha sus ámbitos, sus nudos y los besos.
Acaparan en la nube amor estos dedos,
estos dientes, la lengua furiosa de amor
formando de mí, ¡oh Dios!
…otra vez, cariño:
¿mis deseos?,
¿mis besos?
¿mis…?, ¿mis dedos?
Déjame esculpir un beso, déjame
borrar los nodos que nos separan,
déjame desnudarte.
Y otra vez volcar esta iteración insana:
volverte a la luz entre los mares inmensos.

Eres tú quién vive, eres tú sonora estatua
quién se viene oyendo
desde una antigüedad primitiva y remota:
“Tras la colina, frente al cementerio
se levanta la luna
y se pierden los besos.”

Mis manos son ahora una bruma,
un nudo, un sarmiento, una nube.
Probablemente el dolor. En el hígado,
torpe antes frunciendo el ceño
y formando en mí un estúpido revuelo…