Tras esta turbia y extraña oquedad en la que me desenvuelvo existe un inexplicable rechazo a todo y a nada. Sólo quiero renunciar al deforme reflejo que esta cotidianidad me devuelve. Será que, como siempre, mis esfuerzos por entrar en contacto son solamente eso: esfuerzos. Y que, al fin y al cabo, vivo con unas percepciones distorsionadas respecto de esta improbable realidad. En otro momento hube de rechazar todo lo que tuve y no quise y, sin embargo, inexplicablemente, me aferré a ello creyendo que así, cumplía con mi deber. Es mentira. No hay más verdad que la que traspasa el corazón. Y a esa verdad es a la que debemos de aspirar. Todo es más simple. Más fácil de lo que parece. Pero estamos destinados a la complicación y al conflicto. Por tanto, no me queda más remedio que reducirme a lo poco que tengo. Un cubículo de unos veinte metros cuadrados y unos libros de matemáticas. Unas clases y un discreto caminar desde allá hacia mi casa.