Se encuentra la ruptura y se atisba el dolor que en la garganta queda, estrechando tendones sujetos por un tórax que impele llantos sordos, cuando los torbellinos del amor se revuelven. Lóbregas las cadenas resisten los embates de la angustia inflamada, la tristeza sin fin, el ardor contraído, las nubes prodigiosas, el estremecimiento y la lluvia mortal. Y luego sólo el tiempo. Para percibir labios, lunas que se prometen, largos besos etéreos, esculturas de luz y eternas ensenadas donde atraca el deseo llamándose ya siempre.