Lo que trajo el viento tú te lo llevaste en un instante. Y solo quedó el camino. Lo que trajo la tempestad tú lo comprimiste ocupando el mínimo espacio. Y solo quedó el cauce. Lo que desviaron tus ojos entró en el campo de los sueños y escapó a esta olvidada realidad. Ahora ya únicamente existes en ese terreno gaseoso y soluble de imágenes etéreas, oníricas. Montado en la línea del tiempo espero la hora para acometer la carrera que me llevará a tu finca de algodón y confundirme con tus costillas. Hasta entonces surcaré como siempre los atardeceres en busca de esa oblicua nada que me espera constantemente allá, en el horizonte. Hasta entonces, y no sin coraje, me iré desprendiendo de esta insoportable gravedad que me atenaza para continua, aunque apenas imperceptiblemente, llegar a ti sin llegar nunca. Mi destino, mi límite, mi meta inalcanzable. Allí aspiro a succionar, a robarte, en los alrededores de tu frontera, acumulándome, alguna rebelde partícula escapada de tus cercanías. Suspiro únicamente por una aproximación tuya.